VEINTICUATRO AÑOS SIN DEAN MARTIN.



El día de Navidad se cumplió el 24 aniversario de la muerte del gran Dean Martin. Lo celebré escuchando una vez más en casa sus greatest hits y escribiendo este artículo para EL PERIÓDICO. Se lo pueden saltar los que nunca quisieron a Dino.

Ideas
RAMÓN DE ESPAÑA

Veinticuatro  años sin Dino

               Cuando has pasado toda tu vida a la sombra de un gran hombre, no te respetan ni a la hora de celebrar el aniversario de tu muerte. Pensemos en Dino Crocetti –alias Dean Martin-, de quien el día de Navidad se cumplieron veinticuatro años de su salida definitiva del escenario: como en 2015 se celebra el centenario del nacimiento de Francis Albert Sinatra, todos los grandes artículos son para Frank y a Dino le quedan las notas a pie de página.
                    Es cierto que en los gloriosos tiempos del Rat Pack se le permitió ejercer de lugarteniente del Jefe, pero a costa de encajar sus malévolos chistes desde la tarima del hotel Sands de Las Vegas. Mi favorito: “¿Saben una cosa? Dino ya no bebe. ¡Ahora mete el whisky en el congelador y se lo come!” Y Dino sonreía porque sabía que gran parte de su éxito se lo debía a su fama de tarambana y bon vivant, dado que mucha gente pasaba por alto la evidencia de que era un intérprete formidable y un actor muy digno (como demostró especialmente en Río Bravo). Si siguiera vivo, puede que Tony Bennett no hubiese dejado de ser el eterno segundón, pero también es verdad que la muerte le ha impedido grabar duetos con Lady Gaga.
                    En sus últimos tiempos, el pobre Dino llevó una existencia patética que a mí siempre me ha recordado la del Pescadilla tras la muerte de su hijo Antonio. Cuando Dean Martin perdió al vástago que tenía en el ejército del aire, que se estrelló con su propio caza, cayó en un alcoholismo terminal y pasaba las noches en el restaurante Da Vinci de Beverly Hills, comiendo pasta sciutta regada con dry martinis de medio litro. Corren fotos de esa tesitura que ponen los pelos de punta, pues la expresión de Dino, pese a una existencia objetivamente estimulante, era la misma de quienes han llevado vidas más bien grises: “¿Así que esto era todo?”
                     Me temo que esa expresión nos acaba hermanando a todos los seres humanos mínimamente lúcidos, sobre todo cuando intuimos el lado oscuro de mi canción favorita de Dino, Memories are made of this.

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