Concierto de Frank Sinatra en Teherán. 1975. Cuando las mujeres no estaban obligadas a llevar velo. De redes.

Imágenes del concierto de Frank Sinatra en Teherán en 1975.

"Hay noches que no sólo pertenecen a quienes las vivieron, sino que se convierten en metáforas de un país, de una época, de una posibilidad truncada. Una de esas noches fue la del 24 de noviembre de 1975, cuando Frank Sinatra cantó en Teherán, la capital de un Irán moderno y orgulloso, gobernado por el Sha Mohammad Reza Pahlavi, aún firme en el trono del antiguo imperio persa.

Aquella velada, mitad espectáculo y mitad declaración política, tuvo lugar en el entonces llamado Estadio Aryamehr (actual Estadio Azadi), y reunió a más de 24.000 personas, entre ciudadanos persas de clase alta, diplomáticos extranjeros, empresarios y miembros del régimen. Sinatra, el hombre que encarnaba como nadie el glamour, la elegancia y la libertad creativa de Occidente, desplegó su voz y su repertorio para un país que, en ese momento, aspiraba a convertirse en una potencia moderna y globalizada.

El Sha y su apuesta por la modernidad.

El Sha de Persia no era simplemente un monarca: era el símbolo de un proyecto civilizatorio. Educado en Europa, pro-occidental, reformista en lo económico y represor en lo político, Mohammad Reza Pahlavi buscaba transformar Irán en una nación industrializada, laica, con un fuerte aparato estatal, una burguesía floreciente y una imagen internacional de vanguardia. Su política, conocida como la Revolución Blanca, pretendía occidentalizar el país a marchas forzadas.

Bajo su reinado, las mujeres no estaban obligadas a cubrirse el cabello, la educación era mixta, las universidades florecían, y Teherán se convertía en una ciudad cosmopolita, donde convivían mezquitas históricas, hoteles de cinco estrellas y clubes de jazz. La visita de Sinatra, en ese contexto, no fue un simple concierto: fue un gesto geopolítico, cultural y simbólico.

Una noche de oro.

Frank Sinatra aterrizó en Irán acompañado por una orquesta de músicos de alto nivel, un equipo de producción impresionante y toda la mística de Hollywood. Antes del concierto masivo, ofreció un recital más íntimo en el Palacio de Niavaran, ante el Sha y su esposa, la emperatriz Farah Diba.

El repertorio fue el habitual en sus giras de los setenta: My Way, Fly Me to the Moon, The Lady Is a Tramp, Strangers in the Night, My Kind of Town... Canciones que hablaban de libertad, de amor, de ciudades vibrantes, de elección personal. En la platea, las mujeres iban sin velo, con vestidos elegantes. Los hombres llevaban traje oscuro y whisky en la mano. Aquella noche, Irán no era el Irán del islamismo radical, sino el de una elite que creía —quizás ingenuamente— que se podía vivir en paz entre la tradición y el jazz.

Uno de los músicos de la orquesta, el trombonista Bobby Lamb, recordaría años después el asombro que causó ver a un público tan distinto al occidental entregado al swing de Sinatra:

> “Era extraño ver a una cultura tan diferente volverse loca con esta música. Pero lo hicieron. Fue una noche mágica.”

El espejismo que se desmoronó.

Sin embargo, ese Irán de lentejuelas y promesas tenía grietas profundas. Bajo la superficie del crecimiento económico y del desarrollo urbano, crecía la desigualdad, la corrupción, el autoritarismo y una creciente frustración religiosa ante lo que se percibía como una pérdida de identidad islámica. La policía secreta SAVAK, entrenada por la CIA y el Mossad, reprimía con mano dura cualquier disidencia.

Cuatro años después, en 1979, la historia daría un vuelco. El Sha huiría del país, la Revolución Islámica liderada por el ayatolá Jomeini lo derrocaría, y la república teocrática que nació de aquel proceso cambiaría radicalmente el destino del país. El uso del velo se volvió obligatorio. Las libertades se redujeron a cenizas. La música occidental, los conciertos, el cine extranjero... todo fue prohibido. Teherán dejó de ser una ciudad abierta para convertirse en la capital de un nuevo orden religioso.

El eco de una canción que no murió.

Hoy, ese concierto de Sinatra en Teherán sigue siendo recordado como un símbolo de lo que Irán pudo haber sido y no fue. Fue la noche en que Oriente y Occidente bailaron juntos bajo la misma melodía. Fue el breve suspiro de un mundo que se apagó para dar paso a otro más oscuro y más hostil.

Pero la música, como la memoria, tiene una cualidad prodigiosa: no se deja enterrar del todo. Y mientras existan imágenes, vídeos, grabaciones o simplemente testimonios, aquella voz seguirá resonando en los pasillos del tiempo.

Porque Sinatra no sólo cantó en Teherán, le puso música a un sueño que, aunque traicionado, aún vive en el corazón de quienes creen que la libertad, la belleza y la verdad no deben llevar velo."















DOMINIO EUROPEO DE FRANK SINATRA.

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