Frank y Dino, cuando la amistad se canta.




Frank y Dino, cuando la amistad se canta.

En una época en que la televisión aún tenía alma, en que los artistas no competían sino que se acompañaban en el escenario, dos hombres marcaron una época con sus voces, su estilo y su complicidad: Frank Sinatra y Dean Martin. No hacían duetos perfectos. Hacían algo mejor, momentos humanos, mágicos, irrepetibles, llenos de swing, humor y verdadera amistad.

El primero, Frank, era intensidad, emoción, control, entrega total a la canción. El segundo, Dino, era despreocupación, elegancia innata, una voz cálida como el bourbon, y un sentido del humor tan seco como su copa. Juntos, creaban algo que ningún guion podía escribir: química escénica, amistad verdadera y arte sin esfuerzo aparente.

Cuando cantar era conversar.

Las actuaciones conjuntas de Sinatra y Martin en televisión —especialmente en The Dean Martin Show y en varios especiales navideños— son parte del archivo más querido del entretenimiento americano. En ellas interpretaban popurrís de canciones populares, como:

  • “The Birth of the Blues”
  • “That’s Amore” (parodiada con cariño por ambos)
  • “I Can’t Give You Anything But Love”
  • “You’re Nobody 'Til Somebody Loves You”
  • “When You’re Smiling”

Lo notable no era sólo el repertorio, sino el ambiente: dos amigos que bromean entre versos, que improvisan, se pisan los coros, se ríen de sí mismos y al mismo tiempo logran armonías deliciosas. No era una actuación al uso. Era una conversación entre caballeros, en la que el público era invitado a compartir la mesa.

Las bromas entre ellos, muchas veces sobre su fama, sus matrimonios o su amor por el whisky, eran espontáneas, nunca forzadas. Sinatra encontraba en Dino un descanso emocional, un cómplice. Martin, a su vez, se sabía querido y respetado por Frank, lo que le daba libertad para ser él mismo.

El Rat Pack y la verdadera camaradería

Ambos formaban parte del célebre Rat Pack, aquel grupo de artistas que reinó en Las Vegas entre los años 50 y 60. Pero la relación entre Frank y Dean era especial. Se querían de verdad. Dino no temía pinchar el ego de Sinatra, cosa que muy pocos se atrevían a hacer, y Sinatra lo aceptaba como solo los amigos aceptan la verdad.

Dean Martin, que siempre dio la impresión de no tomarse nada demasiado en serio, era sin embargo un profesional impecable. Su actitud relajada contrastaba con el perfeccionismo sin concesiones de Sinatra. Por eso funcionaban. Porque eran distintos y se necesitaban.

Un legado que no envejece.

Hoy, esos vídeos, fáciles de encontrar en plataformas como YouTube, son documentos de una era más humana. En un mundo saturado de individualismo y poses forzadas, ver a Sinatra y Martin cantar juntos es como asomarse a una sobremesa entre amigos de verdad, donde la música es excusa y lenguaje al mismo tiempo.

Uno no puede evitar preguntarse:
¿Dónde quedó ese tipo de amistad, de espectáculo, de autenticidad?
La televisión ya no es la misma. Ni la música. Ni, tal vez, nosotros.

Pero quedan ellos.
Y basta con verlos una noche cualquiera, copa en mano, para entender que hubo un tiempo en que la elegancia tenía alma, y el talento, corazón.

Carlos Garcés.
5 de junio de 2025.





DOMINIO EUROPEO DE FRANK SINATRA.

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