UN SUSURRO AL OÍDO: “AN AFFAIR TO REMEMBER” EN LAS MANOS DE ESTEPHANIE TRICK Y PAOLO ALDERIGHI Con un guiño al cine eterno y a una de las escenas más románticas de la historia. Por Carlos Garcés.
Con un guiño al cine eterno y a una de las escenas más románticas de la historia.
Hay melodías que no pasan, que se quedan dormidas en algún rincón del alma esperando a ser despertadas con delicadeza. “An Affair to Remember”, compuesta por Harry Warren con letra de Harold Adamson y el gran Leo McCarey, es una de ellas. Nació para el cine, como tantas joyas del siglo XX y quedó inmortalizada en "Tú y yo" (1957), aquella película donde el amor de Cary Grant y Deborah Kerr se elevaba por encima de las palabras, como una promesa sellada en lo más alto del Empire State.
Esa promesa, como el amor verdadero, es puesta a prueba por la vida. Y es precisamente en su escena final que adjunto, una de las más conmovedoras y románticas que haya dado el cine donde la historia alcanza su verdad más profunda; el reencuentro, el perdón, la revelación, y ese instante en que todo cobra sentido al ver el cuadro, al recordar la promesa, y al comprender el silencio del otro. Un momento que, aunque se haya visto mil veces, sigue tocando el alma como la primera.
En la película mencionada dos desconocidos, Nickie y Terry, se enamoran durante un viaje en barco, pero ambos están comprometidos con otras personas. Deciden darse seis meses para replantear sus vidas y reencontrarse en la cima del Empire State Building. Pero el destino interfiere, y ella sufre un accidente justo antes de llegar. Él, creyendo que fue abandonado, se hunde en el desencanto. La melodía acompaña toda esta historia de amor truncado que, finalmente, se redime en un final profundamente conmovedor.
Esta melodía transmite el anhelo, la fe, la tristeza del tiempo perdido… pero también la belleza de amar en silencio, con dignidad, incluso cuando la vida parece contradecir al corazón. Es música para quien ha amado de verdad, para quien ha esperado, para quien ha perdido y ha vuelto a encontrar.
La moraleja es clara y eterna; que el amor verdadero no se apaga con el tiempo, ni con la distancia, ni siquiera con la desgracia. Y que la promesa de un encuentro, cuando nace del alma, puede sobrevivir a cualquier tormenta. Es una melodía que nos recuerda que lo más sagrado del amor no está en el final feliz, sino en la verdad con que se vive.
Pero lo que me ha emocionado recientemente no ha sido volver a ver la película, sino volver a ver esta melodía en una versión intimista, sincera y magistralmente ejecutada a cuatro manos por dos pianistas excepcionales de los que he publicado varias interpretaciones en este blog, Estephanie Trick y Paolo Alderighi.
Ellos no solo tocan el piano. Ellos conversan con él, se miran entre acordes, se ceden el paso con elegancia. La versión que interpretan de "An Affair to Remember" no es una exhibición técnica, aunque técnica les sobra. Es un ejercicio de ternura musical. Mantienen intacta la nostalgia de la melodía original, pero le añaden un toque personal: suaves improvisaciones, compases de jazz elegante, silencios que hablan más que muchas notas.
Escucharlos es como abrir una carta antigua y oler el perfume del recuerdo. Es revivir aquel cine donde el amor era sagrado, el tiempo parecía detenerse, y la música acompañaba sin imponerse, con esa clase que ya casi no se encuentra ni en la gran pantalla ni en las salas de concierto.
Lo de Trick y Alderighi es un homenaje, sí, pero también una declaración de intenciones; hay melodías que merecen ser cuidadas como un tesoro. Y ellos lo hacen con una complicidad que no se aprende en conservatorios, sino en la vida compartida. Amor al arte y arte del amor.
En un tiempo tan ruidoso como el que vivimos, donde tantas versiones caen en el exceso o en el olvido, esta interpretación es un susurro al oído que invita a detenerse, cerrar los ojos y volver a creer, aunque solo sea por unos minutos, en aquello que parecía olvidado, la belleza, la delicadeza, y esa forma antigua y noble de amar sin estridencias.
7 de julio de 2025.
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